jueves, 4 de julio de 2013

EL MASAJE INFANTIL


 Es un arte antiguo que conecta profundamente con la persona que es su bebé y que le ayuda a comprender el lenguaje no verbal de su hijo y responder a él con amor y una escucha respetuosa. Le da poder como progenitor al ofrecerle el medio de convertirse en un experto de su propio hijo y,  por tanto puede responder de acuerdo a las necesidades únicas del pequeño.
El niño cuya voz es oída, cuyo corazón está saciado y que esta rodeado de amor, emite también  este amor y lo entrega a los demás en forma natural y generosa. Al ser tocado con respeto y cariño aprende a reconocer este tipo de contacto. Aprende autodisciplina observando a sus padres e imitándolos. Los profundos  vínculos emocionales creados en la infancia son una base perfecta para toda una vida de confianza, valor, fiabilidad, fe y amor.
Dar un masaje a su bebé es algo que comunica amor, libera tensiones y ayuda a comprender mejor las necesidades de su hijo. El que sea divertido es sólo una ventaja añadida.
Cuando sabemos por qué nuestras caricias son tan importantes para nuestros hijos nos resulta más facil seguir nuestra intuición, relajarnos y dar vía libre a nuestras inclinaciones naturales. Para un bebé, el masaje es algo más que una experiencia lúdica, sensual o un tipo de terapia  física. Es una herramienta para mantener su salud y bienestar a muchos niveles distintos.  Ayuda a los padres a sentirse seguros en su capacidad de hacer algo positivo por-y recibir una respuesta también positiva de ese nuevo ser que ha pasado a estar a su cargo.
La sensibilidad de la piel es una de las fuciones más importantes del cuerpo y una  de las que se desarrolla en un estadío más temprano. La estimulación cutánea es, de hecho, esencial para el correcto desarrollo orgánico y psicológico. Citando a la antropólogo Asley Montagu su opinión sobre el masaje infantil, su comentario fue: “La gente no se da cuenta de que las primeras comunicaciones que recibe un recién nacido, el primer lenguaje de su desarrollo, se realiza a través de la piel. Si uno fuera consciente de este hecho ofrecería inmediatamente al niño toda la estimulación cutánea necesaria”.
Las caricias suaves y los contactos cutáneos mejoran el funcionamiento de casi todos los sistemas importantes: respiratorio, circulatorio, digestivo, excretor, nervioso y endocrino-inmunológico.


Tomado del libro: Masaje infantil de Vimala Schneider McClure. Fundadora de la Asociación Internacional de Masaje Infantil.


TENGO MIEDO

Hoy quiero compartir con ustedes el siguiente escrito de Laura Gutman de su libro Mujeres visibles, madres invisibles.  Espero que lo disfruten y nos invite a reflexionar.


Cuando un niño pequeño nos llama y aduce que tiene miedo a lo que sea, no le creemos. Porque intentamos definir "a que le tiene miedo" exactamente, y como nos damos cuenta de que el objeto al que parece temer o la situación que lo abruma son tan ilógicos, solo se nos ocurre desestimar el miedo haciéndole ver que no tiene razones válidas para tan descabellado sentimiento.

Demostraremos la inexistencia de monstruos y dragones, y la incapacidad de hacer daño de moscas y mosquitos. Nos burlaremos respecto a los encuentros con fantasmas o con muertos, pensando que el niño tergiversa o aumenta las imágenes vistas en la televisión y que las utiliza para molestarnos. Hasta que el hastío nos colma, cuando un lugar un poco oscuro, el momento de ir a dormir, la salida con extraños, un insecto, un animal o una tormenta de verano, lo llenan de angustia y lo dejan incapacitado para vivir su vida.  Hemos probado tener paciencia, creyendo que nos está  "tomando el pelo".

La cuestión es que el niño sigue teniendo miedo y eso altera la vida cotidiana de toda la familia.

Si nos importa de verdad el sufrimiento de nuestro hijo, tendremos que estar dispuestos a escucharlos y buscar esos monstruos internos que han crecido dentro de él mucho antes de que pudiera nombrarlos. La calidad de cuidado, permanencia, presencia, brazos, cobijo, cuerpo, paciencia y disponibilidad emocional que le hemos o no prodigado desde el nacimiento hasta hoy en día, han hecho crecer en mayor o menor medida, los monstruos que se han alimentado de soledad, de lejanía emocional y de falta de palabras.

Definitivamente un niño humano es un personaje extraño. Tal vez un extraterrestre adulto nos resultaría mas familiar. Acomodados en nuestras propias necesidades , determinamos que los niños deben dormirse solos, estar solos, jugar solos, portarse bien y sobre todo, no ver monstruos donde no los hay.

En la medida en que el entorno del niño es hostil para el niño pequeño desde la cuna donde pide presencia, cuerpo y calor sin obtenerlos, la vivencia general del niño es terrorífica. El niño se sabe completamente indefenso -y claro que lo está-. Sin la presencia inmediata de su madre o de otra persona amorosa y maternante, cualquier depredador acabaría con él. Para la mayoría de los niños occidentales, la soledad y el terror que conlleva son una experiencia cotidiana. Por eso es tan frecuente que los niños tengan miedo. No es un capricho.  Es una consecuencia del desamparo emocional en el que se crían.

Nuestra mejor opción es revisar cuantas veces lo hemos dejado emocionalmente a la deriva, cuantas veces pretendemos que se arregle solo, que se calme solo, que se alimente solo, que retome su equilibrio solo.  Cada vez que desestimamos el miedo que realmente siente, se acrecienta su miedo, porque constata una y otra vez que nadie lo cuida en la medida en que él lo necesita.

Para decirlo claramente: si un niño tiene miedo en la noche antes de dormir, nada mejor que traerlo con nosotros, porque enredado en el calor del cuerpo de quienes lo aman, podría renovar la confianza que no tenía, y le dará un marco de confort que dejará todos los seres malignos fuera de su casa. Vale la pena hacer la prueba:  Si envuelto en nuestro cuerpo el niño se duerme, pues bien, no hay mejor garantía para cazar fantasmas. El niño no necesita explicaciones. Necesita presencia y disponibilidad genuina. Cuerpo y abrazos. Caricias y canciones. Todas herramientas infalibles contra los malos y contra los muy malos.



miércoles, 3 de julio de 2013

Hablemos sobre el mecanismo de la lactancia

Hablemos sobre el mecanismo de la lactancia

Cuando nace el bebé, el reflejo de la succión es muy fuerte. Como su nombre lo indica, tiene el reflejo de buscar, encontrar y succionar el pecho materno. Para ello sólo se necesita que el bebé esté cerca del pecho. Mucho tiempo. Todo el tiempo. Porque el estímulo es el cuerpo de la madre. El olor, el tono, el ritmo cardíaco, el calor, la voz; en fin, todo lo que resulta tan conocido ''despierta'' en el bebe el instinto de succionar.  


             Como en los encuentros amorosos -que de eso se trata- necesitamos tiempo y privacidad. El bebé necesita estar comunicado y confiado para poder succionar, y las mujeres necesitamos tranquilidad y tiempo para producir leche y generar amor.



              Así de simple. 
              
La revolución de las madres.
            Laura Gutman